Carta para entender una vida
Yo soy de sentimientos. También soy de letras y placeres comúnmente ignorados. Soy extremos: todo o nada. Disfruto el sonido de los pájaros en la casa de mi abuela. Y no dejo pasar la lluvia sin recibir su agua bendita.
Canto en la ducha, en el autobús y en el pasillo de la universidad. Puedo ser lo que quiero hoy. Y comenzar a dudar mañana. Porque soy de sentimientos. Y no sé superar rápido. Porque me engancho, me apego hasta del recuerdo de una mirada.
Conservo hasta la vez que inicié una conversación, guardando cada palabra como esperanza de un cumplido. Me ilusiono y planeo rápidamente. Olvido que las cosas de hoy serán otras mañana. Vuelvo con la duda de cómo alejarme del mundo real.
Todos los días, suelto una carcajada de esas que te hacen aplaudir y parecer estúpidamente feliz. Hago más planes, sin recordar que puedo cometer errores y convertir todo en titubeos. Salto la parte de la película donde la protagonista que siempre gana, también pierde y llora.
Pero vuelven las tardes de risa y bailes tontos. Piso firme. Disfruto el momento sin pensar en mañana. Aunque por dentro, el corazón late y se arruga un poquito.
Soy nostálgica. Y así como río, lloro. Lloro bastante. Revivo lo que no debo revivir. Y sin que se vayan, comienzo a extrañar. Pienso en la posibilidad de ser una persona vacía, sin cualidades para ser recordada... Entonces, vuelvo a las letras. Porque yo soy de sentimientos.
Realmente, no me importa pasar una tarde curiosa en el balcón, mirando todo lo que me rodea en compañía de gente que quiero. Me gusta viajar más allá de lo conocido y perderme, para encontrarme de vez en cuando.
Disfruto la playa. Su olor, su brisa bailando en mi casa y el sonido placentero de las olas chocando. Y vuelve el recuerdo de lo que pudo ser. Vuelve todo lo bueno: las risas, los viajes, los abrazos de oso. Hasta el primer "Hola" regresa. Y cierro los ojos intentando dejarlo pasar, pero todo lo que fue se queda en mí.
Pienso en la compañía que arrancó de raíz toda soledad. Y en la soledad anticipada que arrancó toda compañía. Vuelven los planes, pero vuelven invertidos. Entonces, recuerdo que soy de sentimientos. Respiro. Cierro los ojos y me distraigo de lo que me preocupa.
Retornan los momentos familiares. Los percibo desde una cama vacía y una ventana cerrada. El reloj se detiene y el tiempo también. Las ansias de estar bien consumen mi presente vagabundo y desviado.
Paso de Let Me Get What I Want de The Smiths a Can't Stop The Feeling de Justin Timberlake. Y regreso a lo de antes, cumpliendo con el ciclo de mi vida. Siendo yo desde la raíz.
Aunque quise ser otra ayer, hoy quiero ser la misma de siempre. Sintiendo como siempre. Amando como siempre. Riendo como siempre. Y llorando cuando sea necesario. Dejando atrás la idea de aniquilar emociones.
Yo soy de sentimientos. Soy de canciones, de viajes y de la naturaleza. Soy del tiempo que vivo. Y seré del tiempo que viviré. Sin ánimos de querer cambiar, comprendo mis lágrimas, mis latidos agitados y la tristeza que debo asimilar para entender lo maravilloso de la felicidad.
Soy quien debo ser. Vivo lo que tengo que vivir. Si no olvido, es porque debo revivir sentimientos de vez en cuando. Y si aún no estoy preparada para superar, llegará el momento. Esperaré, como siempre y como nunca. Sacando espinas. Acurrucándome el alma. Y abriendo mis alas.
Hemoso! Me encanto! Fue muy yo antes de ser mamá, me hizo recordar esos dias de soledad y de disfrutar mi yo. Ahora, aunque todo es una locura con tres hijos y no tengo mucho tiempo "ni de pensar" es que te confieso que no cambio estos dias por aquellos. Mil veces una vida ocupada. Me ha cambiado y me ha echo feliz. Entendi que al menos "mi vida" era ser mamá.
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